martes, 24 de agosto de 2010

Defender la libertad de prensa no es optar entre el gobierno y Fibertel.


La defensa de la libertad de prensa y de los valores democráticos en su conjunto no pasa por tomar partido en la puja que sostiene el gobierno argentino con el Grupo Clarín. Sería un grave error caer en el juego de quienes luchan por intereses económicos y poder político.

Por el contrario, habrá que investigar y sopesar todas las circunstancias para saber realmente lo que está en juego, lo que nos afecta como ciudadanos en algún aspecto y consumidores en otro y hacia donde va nuestro país con este tipo de enfrentamientos. Para ser claro en lo coyuntural, la libertad de prensa no está en juego con el cierre de la prestadora de servicios de Internet Fibertel.

Para entender un poco esto es conveniente comenzar diciendo que la libertad de prensa se mide en virtud de la amplitud de voces y medios que en total libertad pueden expresarse, siempre y cuando estos respeten los aspectos legales que hacen a la actividad de la comunicación, empezando por la ley de radiodifusión que se encuentre en vigor, siguiendo por las de corte comercial y administrativo, y por supuesto respetando la ética propia de la profesión.

En cuanto al Estado, le corresponde asegurar las condiciones legales para el desenvolvimiento de la actividad, controlando y haciendo cumplir las mismas. También hay dos planos importantes que lo convierten en actor principal y del cual deberá esmerarse en ser virtuoso. Por un lado, su derecho a poseer medios que le posibiliten sostener pluralidad de expresiones en relación a la conformación social del país. Y, por otra parte, actuar con la transparencia y equidad en el uso de fondos públicos cuando actúa como anunciante en medios (publicidad estatal).

Empezando por el Grupo Clarín, es a todas luces claro que vulnerando legislaciones y la ética profesional se ha convertido en un auténtico monopolio privado, incompatible con la democracia y la economía de un país de tales condiciones. Para comprobarlo, bastará con preguntar cuantas radios de Frecuencia Modulada cerraron en el interior del país por la existencia de la famosa ¨ Cadena 100 ¨. Hasta su nombre era ilegal ya que una cadena no podía tener legalidad según la legislación del momento. Claro muchos oyentes preferían escuchar la radio del porteño Barrio Norte dejando morir a la de su pueblo o ciudad, la cual perdía anunciantes a manos de la radio ilegal, disminuyendo su calidad de producción.

Lo mismo pasaba con Radio Mitre y la competencia desleal e ilegal que padecieron muchas radios del interior del país, AM o FM, que se dedicaban a contenidos periodísticos e informativos pero que sucumbían ante la ¨ cadena ¨ que armaba la radio del grupo comprando pequeñas radios en el interior.

¿Sabe, estimado lector, cuantas voces partícipes de la libertad de prensa se acallaron? ¿Cuántos periodistas quedaron sin un lugar donde contar su verdad? ¿Cuántas fuentes de trabajo se cerraron? ¿Cuántos trabajadores perdieron su empleo? Solo se escuchaba la voz del periodista o locutor de la radio central y muy bien pago por cierto. No así los que están detrás del micrófono y que muchas veces debían ser monotributistas que facturaban sin contar con la correspondiente relación de dependencia. Y eso con la anuencia de los sindicatos que para estar ocupados presionaban y sacaban dinero a las radios comunitarias, muchas de ellas católicas y cristianas.

Lo mismo acontecía con la televisión por cable en el interior del país ya que con competencia desleal, aprietes legales y económicos, se lograba que el operador Multicanal creciera monopólicamente. Era sencillo, con solo no venderle al operador local el fútbol codificado de T y C Sports o querer vendérselo a un precio que después lo sentía el abonado porque el operador no lo podía pagar, era suficiente para ahogarlo como competidor. Dicho sea de paso, todos sabemos las connotaciones de corruptela del contrato del fútbol.

Se le suma a esto, un precio de abono competitivamente desleal, paquetes promocionales de regalo, paquetes de verano para zonas turísticas, entre otras estrategias, y que llevaron a la desaparición de numerosos operadores o a una capacidad de producción tan limitada que lo convertía en un producto de mediocre calidad.

¿Será necesario volver a preguntar cuantas voces se callaron, cuantos medios de comunicación se cerraron y cuantos puestos de trabajo se eliminaron? Si, será necesario detenernos a pensar un momento cuanto este grupo económico creció como empresa y el poder comunicacional que logró a expensas de hacer callar a muchos.

Tanto fue así que no solo se involucró en otras actividades diversas a lo estrictamente mediático sino también en actividades comunicacionales, agropecuarias, entradas de espectáculos y eventos deportivos, musicales y algunos que ahora escapan a nuestra frágil memoria.

Semejante poder le permitió al Grupo Clarín meter sus intereses en lo político institucional. ¿Será que el lector no recuerda cuánto jugó el grupo a favor de la llegada de la Alianza-De la Rúa al poder? ¿Y cuánto influyó en su caída porque Cavallo no querían devaluar? ¿O cómo lo maniató a Duhalde para que pesificara la deuda de 200 millones de dólares en pesos devaluados haciendo un excelente negocio que pagamos entre todos?

También habrá que recordar como el Grupo Clarín oficiaba de medio oficialista en el mandato de Néstor Kirchner como presidente, alianza que incluso le permitió la autorización estatal para fusionar Multicanal con Cablevisión, empresa que creó Fibertel para el servicio de banda ancha y la cual el gobierno ahora vino a descubrir que no era parte de la operación y por lo tanto no tiene ni licencia ni autorización para brindar el servicio y por tanto deberá cerrar. He aquí, el grave pecado del Gobierno Nacional.

Cuando políticamente le convenía dejo volar al grupo de medios y hacer oídos sordos como lo hicieron sus antecesores. Ahora, cuando se da cuenta que no puede doblegar el manejo comunicacional que marca el humor de los argentinos, decide no solo golpearlo económicamente sino aprovechar todos los recursos legales, avances tecnológicos y poderío político para enfrentarlo mediante el montaje de un fuerte esquema estatal de comunicación que lo llevará probablemente a un monopolio estatal. Incluso con la ayuda de los medios privados o cuasi estatales, beneficiados por el dinero de la pauta publicitaria estatal. Recuerde que de esto dijimos que ponía en juego el virtuosismo de los gobernantes de turno.

Ante esta historia, y a riesgo de aburrir, solo deseo invitarlo estimado lector a que escape de esta puja de intereses económicos y políticos. Aunque deba soportar que para terminar con un monopolio privado como es el del Grupo Clarín, tenga que tolerar una decisión de un gobierno del cual no aprueba su gestión, o tiene algunas críticas o directamente detesta.

Le solicito amablemente que se pregunte si la libertad de prensa se juega por la defensa de una empresa que es parte de un monopolio que silencia voces y se dice falsamente independiente. También le encomiendo cuidarse de la construcción de un monopolio estatal. Por esto, entiendo que los argentinos no necesitamos ser parte de uno u otro ejército sino ser parte de los que buscamos una comunicación definitivamente democrática donde se escuchen las voces de todos.

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